Vale, en serio, estoy bastante cabreado. ¿Sabéis por qué? Bueno, os daré una pequeña lección de economía antes, así podréis entender perfectamente de donde se alimenta mi irascibilidad.
En economía, un bien se define como un producto que satisface una necesidad, es decir, que es útil, y además, escaso y transferible. ¿Por qué estas dos últimas propiedades? La escasez es lo que determina por sí misma la existencia de un comportamiento económico en el hombre, y la transferibilidad, muy relacionada con la
liquidez (que ya explicaré otro día), es lo que permite al hombre gestionar esos recursos o bienes escasos. Pongamos un ejemplo negativo para que se vea perfectamente, como es el caso del aire. ¿Es útil? Oh, claro que sí, más que nada SIN ÉL ESTARÍAMOS MUERTOS. Así que sí, es útil. ¿Es escaso? Habrá quién diga que no se ve. Yo a ese le llamo necio. No, claro que no es escaso. En comparación con el cosmos o el dedo pulgar de Dios puede que sí lo sea, pero con respecto al hombre, o la Humanidad, ya que nos ponemos, su capacidad de aprovechamiento se nos hace, a día de hoy, ilimitada, o al menos, lo suficientemente abundante como para no poner su escasez por delante del cambio climático o si los conguitos han de ser sólo negros o también blancos. ¿Es transferible? Psche, podría serlo. Pero ante tanta abundancia, ¿qué necesidad hay de gestionar nada? Aunque no sería imposible, sólo tenéis que ver algunas películas de ciencia-ficción o leer algún libro o ver algún videojuego (o imaginároslo, lo mismo da) en el que el oxígeno es un bien con el que se comercia. Impossible es nothing, compañeros.
Teniendo presente lo que es un bien, os diré que hay varias formas de clasificarlos. La realidad es compleja, ¿sabéis? Bueno, para algunos no tanto, pobres. En concreto, una de ellas es la que clasifica los bienes como
sustitutivos y
complementarios. ¿Qué son bienes sustitutivos? Aquellos que, al consumir otro, suple el efecto satisfactorio que podrían tener todos sus sustitutivos. Por ejemplo, si tienes café y echas azúcar, no echarás sacarina. Si echas sacarina, no echarás azúcar o miel, o coñac, o lo que cojones te pinte. Consumir uno implica no tener la necesidad de consumir otro. PUEDES SER UN VERDADERO PALURDO Y ECHAR AZÚCAR Y SACARINA A LA VEZ AL CAFÉ, ES TU PUTO PROBLEMA. Pero la gente normal y de bien, los burgueses en definitiva, nunca lo han hecho, ni lo harán. ¿Y qué son bienes complementarios? Aquéllos que se han de consumir mutuamente para que se produzca la ansiada satisfacción o para que esta sea mayor. Ejemplo: café y azúcar, coche y combustible. En el primer caso, intensifica la satisfacción. SI TE GUSTA EL CAFÉ SIN AZÚCAR, PUES TE CALLAS, hay más ejemplos. El segundo, es obvio que ambos se necesitan para poder funcionar. Y es concretamente estos segundos los que han provocado mi cabreo en estos momentos de la mañana....
Y es que, como todo el mundo sabe, los calcetines son un ejemplo claro de bienes complementarios. Si tienes el derecho, necesitas el izquierdo. SI NO, PARECES UN JODIDO PALURDO. ¿Cuántas veces sólo encontramos un calcetín? ¿Cuántas veces llevas las jodidas rayas de uno de color rojo y gris y las del otro de azul y verde? ¿Cuántas veces te has sentido como un estifurquel al ver que tus calcetines te cubren casi toda la espinilla? ¡¿Cuántas veces, cojones, has llegado con una uña de color negro porque a tus calcetines les dio por tener un agujero ese día!?
¡Jodidos calcetines! Y lo peor, es que me falta uno y no lo encuentro. Jodidos bienes complementarios, ¿tan funesto es el hado del hombre?